EL MUNDO SE DERRUMBA Y NOSOTROS NOS ENAMORAMOS.

¿Quien dijo algarabía? Llamémosle arte.

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Pedimos demasiado

Quiero a alguien que me quiera por como soy, con mis grandes defectos y pequeñas virtudes, que me regale sonrisas, que pase conmigo las tardes al sol, que me ayude cuando lo necesite, que me acompañe, que salgamos de fiesta, que me abrace cuando haga frío, y me bese cuando lo crea necesario. No me hacen falta muestras materiales de amor, me conformo con tenerte a mi lado y verte cada día.

Día del libro

La cebolla es escarcha
cerrada y pobre:
escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla:
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.

Una mujer morena,
resuelta en luna,
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te tragas la luna
cuando es preciso.

Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma al oírte,
bata el espacio.

Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

Es tu risa la espada
más victoriosa.
Vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.

La carne aleteante,
súbito el párpado,
el vivir como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!

Desperté de ser niño.
Nunca despiertes.
Triste llevo la boca.
Ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.

Ser de vuelo tan alto,
tan extendido,
que tu carne parece
cielo cernido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!

Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.

Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.

Vuela niño en la doble
luna del pecho.
Él, triste de cebolla.
Tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.
Miguel Hernández, Nanas de la cebolla.


Sin trampa ni cartón

Hace tan solo unos días, me encontraba en la cumbre de la felicidad. Lo sé. Rozaba el cielo con la yema de mis dedos...
Enserio, podéis creer ser felices eternas veces, podéis pensar también que estoy loca. Pero feliz, feliz de verdad. Eso solo se es una millonésima de segundo. Solo creo que hay que saber apreciarlo. Si lo aprecias lo suficiente, te queda en la memoria, en el recuerdo o lo que es lo mismo, dentro de ti. Y puedes rememorarlo una y otra vez. Mientras eso que te hizo feliz lo tengas al alcance de tu mano te robara una sonrisa. Cuando lo hayas perdido, una lagrima. Al fin y al cabo, los humanos no somos tan complejos. Creo que más que nada nos creemos complejos, así como en su día también nos creímos el centro del universo. No sé, es una opinión personal, es la opinión de mi vida. Os guste o no, seguirá siendo mi vida, mi granito de felicidad que cada noche recuerdo para que me robe uno nuevo, o más bien, uno parecido. Pues sí, me gusta esa sensación de rozar el cielo con mis dedos.