Hoy voy a hacer lo que realmente me apetezca. Voy a comerte la boca a cada milésima de segundo. A clavarte mis pupilas como si fueran chinchetas. Mandaré a mis labios de excursión por tus orejas susurrando palabras sin sonido. Me volveré muda, hablándote con las manos que son las que mejor se entienden. Para el reloj. Me importa una mierda la hora que sea. Si es de día o es de noche a nosotros no nos afecta. Las estrellas las veremos igual, y el calor del sol nos cocerá a fuego lento. Súbete conmigo a esa montaña rusa donde el ritmo lo marca los latidos de mi pecho. Donde tú y yo lo único que tenemos que hacer es dejarnos llevar. Donde voy a quererte hasta la última letra de tu nombre. Porque eso es lo que me apetece hacer hoy.
¿Casualidad? No lo creo.
La verdad es como una manta que siempre te deja los pies fríos. La estiras, la extiendes y nunca es suficiente. La sacudes, le das patadas, pero no llega a cubrirnos, y desde que llegamos llorando hasta que nos vamos muriendo sólo nos cubre la cara mientras gemimos, lloramos y gritamos.
Tardo mucho en arreglarme, odio los problemas y a las zorras sin razón, amo los cds antiguos y vagueo en vacaciones. Canto cuando quiero, cuando estoy triste para alegrarme, cuando te vas para consolarme. Voy al cine dos veces al año y me encanta que huela todo a colonia. Que me dejen con ganas de más para mí es pecado, quien no adore mi personalidad es culpa suya, no mía. Quien se pierda conmigo una noche, despierta por la mañana con una buena sonrisa. Quien me enseñe a no decir palabrotas es un genio, y quien me diga que he perdido, no tiene ni idea de lo que soy capaz de hacer.
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