Con los años, sin quererlo, la mirada se hace miope al misterio, y el patio ya sólo alberga soliloquios y diálogos triviales. Se convierte en un lugar de tránsito donde la prisa es el agujero por donde cae el tiempo.
¿Y si jugamos y conjugamos los tiempos? ¿Y si nos asomamos al patio de la infancia con los ojos aún mayores? ¿Y si por un día esperamos a la lluvia para que refresque nuestras vidas?
Kabia